Las (no) vacaciones del papa Francisco

martes, 20 de agosto de 2013


Bergoglio no bajó su ritmo de trabajo en el verano europeo, salvo la obligada suspensión de las audiencias generales de los miércoles. Un pontífice urgido por la voluntad de comunicar y actuar y por la conciencia de no disponer de un tiempo ilimitado
AFP
Rompiendo una vez más con los usos y costumbres vaticanos, Francisco decidió no trasladarse a la residencia veraniega de los papas en Castel Gandolfo (a 30 kilómetros de Roma) y a permanecer durante todo el receso estival europeo (julio y agosto) en Santa Marta. Impuso, así, su criterio personal, que consiste en seguir viviendo lo más posible tal como lo hacía en Buenos Aires. No tomar vacaciones era una costumbre en Bergoglio.
El 15 de agosto pasado, fue a Castel Gandolfo para oficiar la misa de la Asunción, pero regresó de inmediato al Vaticano, de donde prácticamente no se ha movido –exceptuando, por supuesto, su viaje a Río y la visita a la isla de Lampedusa.
Se nota en el Papa un activismo que, además de una cuestión de personalidad, seguramente responde a la conciencia de que el suyo será un pontificado breve –ha sido electo a los 76 años– y a la voluntad de comunicar y hacer mucho en ese tiempo.
De todos modos, debió resignarse a suspender las audiencias generales de los miércoles –sus misas públicas en plaza San Pedro– cuando los funcionarios vaticanos le explicaron que el clima las volvía imposibles, debido a los estragos que el ardiente sol romano podía llegar a provocar entre los asistentes.
Pero no por ello, el Papa está menos activo. Madrugador como siempre, dedicado a la oración, la lectura y la meditación, no desatiende, sin embargo, la evolución de los acontecimientos mundiales. Como él mismo lo explicó en estos días, "aunque (la Iglesia) está ya asociada al cielo, a la gloria de su Señor, vive continuamente en la historia, las pruebas y desafíos que comporta el conflicto entre Dios y el maligno, el enemigo de siempre".
Fiel a este principio, desde la preocupación por la desaparición –posible secuestro– del jesuita Paolo Dall'Oglio en Siria hasta un mensaje a los participantes del IV Congreso Misionero Nacional en la Argentina, pasando por llamados personales –al hermano de una víctima de asesinato en Italia, a las prisioneras que fabrican hostias, entre otros-, un mensaje de amistad a los musulmanes en ocasión del fin del mes de Ramadán, y nuevas exhortaciones a la paz en Egipto y en favor de los inmigrantes clandestinos, no ha descuidado ningún tema.
También tuvo espacio para actividades "sociales", como el encuentro con los integrantes de los seleccionados de fútbol de la Argentina e Italia o con los obreros que trabajan en la central térmica y en la carpintería del Vaticano.
Y, en lo que concierne al gobierno de la Iglesia, durante este verano, Francisco confirmó su voluntad de transparentar la gestión financiera, al aceptar a fines de julio la renuncia de tres obispos (de Camerún y de Eslovenia) implicados en manejos administrativos poco claros, además de la publicación, el 8 de agosto pasado, de un nuevo decreto papal que refuerza el control sobre el Instituto para las Obras de la Religión (IOR), el banco vaticano.
El Papa tampoco interrumpió su tarea evangelizadora en este tiempo. Lo hizo cada domingo, al rezar el Ángelus en plaza San Pedro –con mensajes como "fe y violencia son incompatibles"–, a través de su cuenta de Twitter (sus tuits son los más replicados del mundo) y también en algunas ocasiones especiales como el 15 de agosto pasado, en la misa de la Asunción.
Y aprovechó también la audiencia con los futbolistas para pasar un mensaje: les recordó su responsabilidad social, por ser modelos, especialmente para la juventud.
Ahora bien, entre los vecinos de Castel Gandolfo hay decepción por la ausencia del papa. En todo el verano sólo han tenido dos muy breves visitas de Francisco. Hay que tener en cuenta que la presencia de un papa es un atractivo turístico y, por lo tanto, una fuente de ingresos para la pequeña economía local.  Pero hasta ahora Bergoglio sólo se hizo presente dos veces en el pueblo que desde el siglo XVII alberga la residencia de verano de los papas: la segunda vez fue el pasado 15 de agosto, para la fiesta de la Asunción de la Virgen.
"Desgraciadamente, llegan noticias dolorosas desde Egipto", dijo en esa ocasión al oficiar la misa frente a diez mil personas, entre peregrinos y vecinos del lugar. "Recemos juntos por la paz, el diálogo y la reconciliación en esta tierra bien amada y en el mundo entero", agregó. 
La agenda que viene
Pero el activismo del Papa y su decisión de no tomarse un descanso tienen también otra explicación. Su elección, el 13 de marzo pasado, cercana al inicio de las vacaciones, lo llevó seguramente a postergar todo cambio en el "gabinete" vaticano para septiembre.
En ese mes tendrá lugar la primera reunión de la comisión de ocho cardenales que creó para que lo asesoren en el gobierno de la Iglesia y en la reforma de la Curia. El Papa ha dedicado seguramente todo agosto a consultas, análisis y a la preparación de los cambios que se vienen. Un tiempo que no ha hecho más que incrementar las especulaciones.
Francisco almorzó recientemente con el secretario de Estado Tarcisio Bertone –que lo acompañó en su primera gira apostólica a Río, el mes pasado– pero cuyo nombre está primero en la lista cada vez que alguien se libra a especulaciones sobre los cambios que se vienen. Bertone es visto como el hombre que lidera la resistencia a las reformas que ya había intentado Benedicto XVI en su momento.
El Secretario de Estado sí se tomó vacaciones: pasó una semana en el Valle de Aosta. El último día dijo: "Vuelvo a Roma a desarrollar las tareas que el papa Francisco, que es un volcán inextinguible, nos asigna cada semana, por no decir cada día. Luego de esta oxigenación en las montañas, espero continuar mi trabajo, mi servicio, incluso en medio de los calores de Roma".
La intención de Bertone sería, cuando deje la Secretaría de Estado, permanecer en el Vaticano en alguna otra posición, para no salir completamente de escena, pero también para no quedar expuesto, entre otras cosas, a las críticas que lo señalan como responsable de la renuncia de Benedicto XVI.
Antes de renunciar, Benedicto XVI renovó por cinco años –hasta 2018- el otro cargo que tiene Bertone: el de presidente de la Comisión Cardenalicia de Vigilancia sobre el IOR. Pero el derecho canónico prevé que, salvo que el Papa disponga otra cosa, los purpurados pierden los cargos vaticanos al cumplir los 80 años (así como el derecho de votar en los cónclaves papales). Bertone cumplirá 79 años el próximo 2 de diciembre.
Su deseo sería dejar la secretaría de Estado pero no la presidencia de esa comisión. Es más, al iniciar sus vacaciones, Bertone rompió meses de silencio para decir que la reforma del banco vaticano había sido decidida antes de la llegada de Jorge Bergoglio a la santa sede. "Yo soy presidente de la Comisión Cardenalicia de Vigilancia del IOR, y este proceso lo habíamos iniciado desde antes de la llegada del papa Francisco", dijo en lo que sonó como una sutil presión.
Pero Francisco firmó el decreto que refuerza los poderes de la Autoridad de Información Financiera (AIF) para la vigilancia del IOR mientras Bertone se encontraba aún de vacaciones. La AIF está presidida por el cardenal Attilio Nicora, considerado adversario del actual secretario de Estado.
En definitiva, con un pie en el cielo y otro en la historia, por usar sus propios términos, se acerca una etapa de nuevas definiciones para el papa argentino que seguramente volverá a sorprender al mundo, como viene sucediendo desde el inicio de su pontificado.

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