IDEOLOGÍA, EL CEMENTERIO DE LA RAZÓN

jueves, 9 de octubre de 2014


Los hombres creamos ideologías para regir nuestra conducta por normas superiores. No obstante, en múltiples ocasiones quedamos confinados y cautivos por la deformación de nuestras propias ideas.

De esta manera ahogamos el espíritu creador en la domesticidad de reflejos mentales ausentes de reflexión constante y análisis introspectivos. Son los casos en los que la doctrina se convierte en nuestro principal enemigo para poder progresar intelectualmente en nuestros días.

Se confunde convicción profunda con fanatismo intemperante y violento, de aquí al fundamentalismo hay un paso muy corto. Luego, sólo un oscuro callejón de mano única que nos direcciona hacia el dolor y la necedad más sórdida.

La distorsión de la realidad es tremenda, llega desde los “adoradores del becerro de oro” del capitalismo apátrida, hasta los actuales militantes de ISIS que matan por doquier ante la mínima discordancia. Basta recordar que los mayores homicidios producidos por estos fundamentalistas son gente de su propia raza y país.

En el reino del individuo condicionado por su ideología los conceptos amigo- enemigo, están presentes hasta en los más pequeños asuntos, no existen los matices; blanco o negro, frio o caliente esgrimen orgullosamente su obtuso primitivo criterio ¿Cómo no reconocer las transiciones, cómo ignorar el equilibrio? Es fácil percibir como afirman que “La culpa” siempre es del OTRO, del traidor, del adversario, en fin de cualquiera menos de uno mismo. Si te suena familiar estas conductas con algún gobierno NO es casualidad, es la descripción de quienes niegan lo que se encuentra frente a sus propios ojos.

El fanático desafía la ley de causación, desconoce aquello de “Cada uno es artífice de su propio destino”. Somos los autores de nuestros días.

Nuestros pensamientos nos siguen cual un amigo inseparable y fiel, como una sombra de luz, arden de energía como mil soles de esperanzas. Cuidemos lo que mantenemos en mente, de esto depende nuestro futuro.

La libertad de pensamiento y criterio es la base indispensable para una sociedad creativa y solidaria. Portemos nuestra buena voluntad.


Máximo Luppino

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