TRUMP, “EL NUEVO MESÍAS”

domingo, 22 de enero de 2017


Donald Trump asumió como el presidente número 45 de los Estados Unidos de Norte América. En un marco socio-político muy singular, casi inédito en la historia de ese país; con lógicas manifestaciones de apoyo a un mandato presidencial que acaba de comenzar, y con masivas movilizaciones populares violentas en su contra. Todo esto en el mismísimo día de su asunción a la primera magistratura de su Nación. 

Tanto el apoyo de sectores populosos de desocupados y empobrecidos al nuevo presidente, como el repudio contundente de influyentes fracciones de la sociedad estadounidense poseen un mismo origen y autor: Donald Trump.
Mientras el presidente saliente de origen Afro-americano, Barack Obama, trató de bajar el índice de conflicto con Medio Oriente y reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba, Trump, promete “exterminio al fundamentalismo musulmán” y un “Muro” que separe a Sajones de Latinos. Parece contener ingredientes ideológicos más cercanos al funesto Ku Klux Klan y a la “Supremacía Aria” que a la fina diplomacia internacional que un primer mandatario de la primera potencia mundial debería mostrar. 
La terminología religión y DIOS en boca de Donald Trump suena temerosa, intolerante e irracional. Posee un tono más próximo a los primitivos “tambores de guerra” tribales que a la alta filosofía de amor, comprensión y tolerancia que por naturaleza poseen estos delicados y sutiles términos. 
En el discurso inicial de su mandato presidencial habló de una actuación norteamericana en el planeta que no creemos que la humanidad, a través de sus naciones libres, esté dispuesta a aceptar pacientemente de brazos cruzados. Para un sector de fanáticos yanquis, Donald Trump asoma como un “nuevo Mesías” sediento de sangre y poder. 
Estados Unidos posee un presidente que es abiertamente un racista confeso, con rasgos de intolerable machismo retrógrado. Voz de un “nacionalismo” extremo que no encaja en los sutiles dogmas políticos de un mundo evolucionante con profunda interacción cultural y económica entre las naciones. 
Desde el humor político, que en múltiples ocasiones muestra mayor contundencia crítica que las mismas declaraciones formales de acartonados opositores, dicen que “Trump enseñará que los Reyes Magos que visitaron al niño Jesús en verdad eran dos, el negro Baltazar era sólo un sirviente”. “Las ruletas yanquis tendrán casilleros rojos y Blancos, fuera el negro” “Emiliano Zapata y Pancho Villa serán considerados delincuentes para los EEUU, atentaron contra el Sajón Imperio” (la lista continúa)…
El rubio fulgor clasista y belicista de Donald lo separa de un mundo doliente que busca sustento y progreso concreto para sus pueblos. Reducir la alta política internacional a los torpes y estrechos casilleros de amigo-enemigo de EEUU es peligrosamente obtuso desde la humana comprensión. 
La conciencia de los pueblos es en verdad la auténtica herramienta de trasformación virtuosa del planeta. La violencia de la imposición de criterios y sojuzgamiento de países a través de los ejércitos muestra un perfil bárbaro de ambiciones materiales desmedidas y de una “ética” de saqueo de riquezas ajenas que no es otra cosa que una acción pirata de robo siniestro. 
¿Donald Trump, un Nerón contemporáneo que con tal de figurar en “los anales de la historia” intentará prender fuego al planeta? Hoy los musulmanes, mañana China y México ¿Cuántos más?...
Barack Obama se retiró de la presidencia con índices de aceptación y popularidad mayores al escaso 40% que posee Trump recién electo. Quizás los EEUU deban replantearse el sistema de Colegio Electoral que le dio el triunfo a Donald, en cuanto en el voto a voto Hilary Clinton obtuvo varios millones más de sufragios. 
El mundo mira con preocupación la llegada del “populismo Yanqui” a la Casa Blanca. Belicismo demagógico y frases hechas combinadas con arcaicos conceptos de religiosidad mesiánica conforman un explosivo cóctel que se llama Donald Trump. 
                     Máximo Luppino

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