DE TRUJUI, DEL DOMINGO Y DEL OCASO

jueves, 23 de abril de 2020



En tu 78° Aniversario nuevamente, mi humilde homenaje puesto a tus pies Trujui de los mil misterios.

Veladamente, apremiado de luna tardía declina este domingo del Trujui gredoso.
Ni Borges, ni Herrera Reissig, ni Octavio Paz, ni Whitmam
Ninguno mi amigo, ninguno.
Tan tronador sol no asomó aquí para musa de poetas antologizados.

Aquí las musas fondearon Salguero, la Memoriosa, desde la sibilina y bruñida Ruta hacia el Fondo del anodino y plebiscitario fondo, y solo en busca de los cetrinos y evocadores poetas nacidos en los charcos anubarrados del Trujui habitual.

Brindo por ellos amigo mío, porque raídos de abolengo y con música de feria almorzaron nobleza sin decoros con sol de príncipes y menú de dignidad a la carta.

Y sin tender la mesa, sin folletones ni bajos manteles, con blasones de todos los días porque en el Trujui de la Santa María los poetas son gentiles enemigos de lo tácito y piadosos apóstoles del español fallido.
Trujui de las Vísperas sobrevivió otra vez al diluvio y refulge como Lázaro fuera del sepulcro.

Que fue.
Que otra vez fue, pero que igualmente brindo por el sol que restauró al hombre de estos bañados de la épica y zozobrante moral de los inmersos.
Y es sol de ciudad nueva amigo, sol que fulgura y resplandece sin el porte sacro ni la estética teologal de los autos perimetrados.

Que salud.
Que nuevamente salud.
Va éste por las viejas voces aún no disipadas que desprende la migrada nostalgia de los domingos por la tarde.

Que tenue y tardío, pero que luce de postal este sol cívico del Trujui alegórico y ciudadano.
Del Trujui aún sin racionar, en crudo y sin aderezos, tan desprovisto de gala como los vasos ocres y grumosos con los que se embriagan sus tímidos y retraídos poetas.

Oh, sus desastrados poetas! Esos fraternos barqueros en el río indescifrable de las palabras. Ellos que, con rango de hidalgos, mantienen inalterable su alcurnia y elevan aún más su desalineada aristocracia.

El de la lejanía, amigo mío, cuando no, que Trujui bebe nuevamente de ese trago.
Porque son esas mismas distancias las que lo abrevia y las que vuelven sobrada aunque insuficiente la vida de sus nuevos náufragos, los mismos que soslayados por la equidad y el espasmo de los probos se desplazan con dócil rebeldía a este lado de la vía.

Ni vulgar ni vasallo, apocado y cotidiano, pulsado de sol migrante nace y retoña Trujui, Trujui de la Santa María, según reza la nueva y enzarzada cartografía.

Empero, entre ecos de añejos brindis y rumores sin jerga, el ocaso le ofrece finalmente su ribera más umbría y juntos se extienden lentamente hacia el silencio.

Trujui es nuevamente nube incierta de las vísperas, aunque, por el hueco impenetrable de un segundo breve, demoró aún más la nubada frontera de otro presentido adiós.

Al fin, Trujui del sol arrebatado, se recuesta sobre el lecho púrpura de sus patios donde la tristeza se desangra pausadamente con la música inaudible de las ausencias.
                      José Villalba

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