El triunfo de Evo Morales le regaló una sonrisa internacional a Alberto Fernández.
Los vientos Peronistas indómitos de un octubre mítico luego de la celebración del Día de la Lealtad en nuestra patria llegaron al altiplano y Latinoamérica recuperó una importante democracia para su historia de sufrimiento y lucha.
En los momentos oscuros para la democracia boliviana, cuando Evo morales fue destituido por la barbarie autoritaria, nuestro presidente Alberto Fernández no dudó en dar apoyo y cobertura política a su amigo de siempre. Fruto del sentimiento y la convicción ética, Alberto apostó fuerte al destino democrático del pueblo boliviano.
La gente le dijo sí a Evo eligiendo a Luis Arce como presidente, el candidato de Morales como postulante a la primera magistratura luego del golpe institucional que sufriera la hermana república.
La vida de Evo corrió peligro, al igual que la de sus familiares cercanos y funcionarios de gobierno. De no ser por la activa participación del presidente de México, López Obrador y de nuestro presidente Alberto Fernández, otra habría sido la suerte del célebre político boliviano.
Argentina jamás reconoció el gobierno de facto de Jeanine Añez. Esta fuerte postura diplomática de nuestra cancillería fue el primer paso para el retorno de Evo al poder de Bolivia, mostrándole a la dictadura que representaba Añez que no sería fácil imponerse por el cruel designio de los fusiles.
La actitud de Evo Morales fue de profundo agradecimiento hacia el Papa Francisco, una de las primeras y relevantes solidaridades internacionales (quizás la más poderosa) que recibió Evo. La gratitud de Morales fue extensiva a López Obrador y a Alberto Fernández, de quien dijo: “¡Me salvó la vida!”.
El jefe del Vaticano siempre mantuvo contacto directo y estrecho con el presidente destituido a quien lo considera su amigo y un hombre de bien.
Las mayorías vieron como Evo Morales no sólo es un hombre de la democracia sino que demostró una vez más que goza de la profunda simpatía popular de las masas de su Nación. Para unos pocos triunfó el “populismo”, vocablo distorsionado caprichosamente utilizado para restarle legitimidad al sentir del pueblo. Los generadores de confusión enredan y ensucian la belleza de las frases mitigando el perfume de las letras dulcemente asociadas. Es que los mediocres se ofenden soberanamente apreciando la dicha de sus semejantes. Los cultores del odio no toleran la felicidad popular, por esto atacan a Evo Morales y a todo lo que posea atributos de barrio y patria, de Nación y nobleza solidaria.
En Bolivia triunfó la gente que eligió según su legítimo sentir.
Los pueblos del mundo exigen un capitalismo humanitario, no un sistema bursátil de sojuzgamiento del individuo viéndolo sólo como un “objeto de producción”.
Triunfó Evo, Lula cosechó una buena señal y Alberto Fernández atesoró una victoria éticamente trabajada.
Producir para vivir, crear y progresar en la vocación del alma, significa evolucionar en la solidaridad para con el prójimo edificando sin pretextos el bien común.
Máximo Luppino
Tweet |
0 comentarios:
Publicar un comentario