Tres jóvenes cristianos fueron asesinados por los rebeldes que tomaron el pueblo, según fuentes que cita la agencia AsiaNews. Sus cadáveres fueron abandonados en la calle, para intimidar al resto de la población. Muchas familias permanecen encerradas en sus casas sin poder huir. Y, para aquellos que lo han logrado, tampoco la situación es la mejor. Las parroquias de Damasco ofrecen hospitalidad a los refugiados pero pronto carecerán de víveres. Los rebeldes islámicos, además, profanan los templos y monasterios cristianos de una región que es considerada el corazón de esa religión de Oriente.
Pocos días antes, el régimen sirio había asegurado que tenía el control del lugar. Ahora, los rebeldes habrían ocupado la ciudad. Maalula está ubicada a 1500 metros de altitud, en las montañas al noreste de Damasco, a unos 60 km de la capital siria, dominando la principal vía de comunicación entre la capital y Homs. Está además a pocos kilómetros de la frontera con el Líbano. La lucha por lo tanto es por una plaza estratégica por su ubicación pero también de un gran valor simbólico. Maalula es un sitio clave del cristianismo oriental, uno de los últimos lugares donde todavía se habla el bíblico arameo, el idioma de Jesús. La ciudad está rodeada de antiguos monasterios y sitios de culto y peregrinación tanto para cristianos como para musulmanes, que hoy son blancos del extremismo.
Lo sucedido en Maalula desnuda el drama de los cristianos de Siria que temen correr la misma suerte que las comunidades iraquíes de esa confesión que, desde 2003, se convirtieron en blanco de los extremistas islámicos que siguieron golpeando a la minoría cristiana de Irak, mediante atentados, asesinatos y actos de discriminación de todo tipo. El resultado es el éxodo definitivo de varios cientos de miles de familias cristianas.
En concreto, en Siria, “los cristianos sufren como el resto de la población, musulmana, alauita o sunita, pero con un agregado: la expansión del extremismo islámico que puede convertir a Siria en un nuevo Irak”, advirtió Issam Bishara, director regional de la Agencia papal para el apoyo humanitario y pastoral en Medio Oriente (Cnewa, por sus siglas en inglés).
Precisamente en el alivio del sufrimiento de los sirios, y en particular de los cristianos, que son una pequeña y vulnerable minoría en Siria, es que trabaja la Cnewa.
Después de dos años de desórdenes, el conflicto sirio ya ha adquirido el carácter de una verdadera guerra civil. Desertores del ejército y militantes islámicos han formado grupos armados que enfrentan al ejército del régimen. Los choques entre alauitas y sunitas han atraído además a combatientes de otras zonas de Medio Oriente y del norte de África.
En esta emergencia, la Cnewa, el organismo vaticano que asiste a las víctimas, intenta trabajar con las iglesias locales. Pero también los sacerdotes sirios son blanco de asesinatos, secuestros y otros atentados. Por caso, el jesuita Paolo Dall’Oglio está desaparecido en Siria; no se tienen noticias de su paradero desde el 30 de julio.
El Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (Acnur) estima que se encuentran en el Líbano unos 700 mil refugiados sirios, a los que debe sumarse una gran cantidad que no están registrados como tales. El presidente libanés, Michel Suleiman, calcula que los refugiados son por lo menos un millón. Además, el flujo es incesante y ya asciende a miles por día.
Según Bishara, delegado de la Cnewa para Líbano, Egipto, Siria e Irak, “el día que los gobiernos occidentales anunciaron un ataque armado contra Damasco, la Seguridad General libanesa calculó el ingreso de 13 mil refugiados sirios en apenas 24 horas”.
“Una masa semejante de refugiados –agregó-, en un país de 4 millones de habitantes, que hospeda ya 400 mil refugiados palestinos y al menos 500 mil trabajadores inmigrantes sirios, corre el riesgo de ver degenerar la creciente tensión política y económica en fuertes divisiones sociales”.
Sobre estas iglesias está recayendo la tarea de asistir a las familias cristianas que han debido abandonar sus hogares por haber quedado en medio del enfrentamiento entre los grupos islámicos radicalizados y el sector alauita del gobierno.
“Nuestro programa garantiza ayuda a las familias en peligro que, por motivos políticos, no están registradas en los campos de la Cruz Roja o de la ONU y para hacerlo nos apoyamos lo más posible en las estructuras eclesiásticas”, explica Bishara. Unas 5.000 familias cristianas han debido ser asistidas en la zona de Homs y en todas la Siria occidental. Pero la obra de la Cnewa se extiende al Líbano, donde también ha debido auxiliar a familias cristinas refugiadas.
En total unos 300 mil cristianos han huido de sus pueblos y de las ciudades golpeadas por la guerra. En Líbano muchas de estas familias encuentran refugio en casa de amigos o parientes. La mayor parte de ellos no figura en las listas del Acnur. “Se niegan a ser identificados como parte de la oposición, formada sobre todo por musulmanes sunitas. Los cristianos se apegan a su perfil neutral, que los coloca como extraños al conflicto entre los rebeldes islámicos y la facción alauita de Bashar al Assad. Por esta razón sobreviven sin ayuda de Acnur ni de la Cruz Roja. “Necesitan de todo. El único sostén que reciben es el de la Cnewa”.
Bishara subraya que con el paso del tiempo “las familias libanesas anfitrionas no tiene suficientes recursos para ayudar a los refugiados sirios. Las demandas aumentan día a día”
El papa Francisco había formulado hace unas semanas un llamado al respeto: “Les pido que hagan todo lo posible para aliviar las graves necesidades del pueblo de la amada Siria, sus refugiados cada vez más numerosos… Recuerden en sus oraciones a las iglesias de Siria”.
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