EL MAESTRO

martes, 10 de septiembre de 2019


El docente comparte el saber, se gratifica espiritualmente cuando sus alumnos comprenden la maravilla de vivir en pos de un ideal que dimensione el bien común. 
El anhelo de las maestras y maestros es pugnar, desde el amor, para que sus alumnos los trasciendan en cultura y sensibilidad interior, cultivando un genuino espíritu de servicio. Ya lo mencionó nuestro Papa Francisco: “¡EL VERDADERO PODER ES EL SERVICIO!”. Dando es como recibimos y enseñando es como aprendemos. 

El mejor docente es aquel que logra que sus alumnos lo superen. En una célebre unidad militar de nuestro Ejército Argentino, en la hermosa y mítica ciudad de Bariloche, reza la diamantina leyenda: “Que el discípulo supere a su maestro”. Este es el espíritu de infinita bondad que los profesores e instructores desean para sus alumnos.  
Con cada enseñanza del maestro todo un nuevo universo de verdad y belleza emerge ante la visión de los que aprendemos, es como nacer nuevamente, respirar por vez primera el aire fresco del saber. El conocimiento conduce a la libertad. Comprender es ser compasivo y solidario con la creación toda, sobre todo con aquel hermano que a nuestro lado sufre. Acompañar y aliviar el dolor del semejante es darle auténtico sentido a nuestros días. 
Maestro, gran alfarero de sentimientos que con amor modelas los pensamientos de tu prójimo. Estimulas el conocimiento insondable que nuestras almas guardan dormido en su interior. Das el estímulo necesario para que la verdad aflore en nuestra conciencia y cual blanco jazmín floreciente en primavera regalas belleza por doquier. Faro de luz inextinguible en la oscura noche de dolorosa ignorancia, el maestro susurra dulcemente letanías de paz en el corazón del párvulo.  
Sin maestros la cruel aridez desértica del egoísmo habría ganado los continentes de la creatividad e inspiración. Enseñar es acercarse con delicada gracia a DIOS. 
Es imperativo que comprendamos que el concepto de SABER está profundamente ligado a la INFINITUD. Por lo tanto, SIEMPRE mantente en disposición de aprender, de expandir tu conciencia más allá de las distantes galaxias. 
Deseamos recordar pasajes de aprendizaje:
 “Porque, a pesar de su pasado solitario, Juan Gaviota había nacido para ser instructor, y su manera de demostrar el amor era compartir algo de la verdad que había visto con alguna gaviota que no estuviese pidiendo más que una oportunidad de ver la verdad por sí misma.”  (Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach) 
Tenemos la grata obligación moral de recordar al gran poeta y maestro argentino, Almafuerte:
“Usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
segunda mamá!

Pasando los meses,
pasando los años,
seremos adultos,
geniales tal vez…

¡mas nunca los hechos
más grandes o extraños
desfloran del todo
la eterna niñez!
En medio a los rostros
que amante conserva
la noble, la pura
memoria filial,
cual una solemne
visión de Minerva,
su imagen, señora,
tendrá su sitial.

Y allí donde quiera
la ley del ambiente
nimbar nuestras vidas,
clavar nuestra cruz,
la escuela ha de alzarse
fantásticamente,
cual una suntuosa
gran torre de luz.”


Por último, deseamos darles las gracias a nuestras maestras y profesores que tanto nos ayudaron, en especial a Don Pedro Montaña que nos rescató del error, nos guió con su dulce luz de singular paciencia  hasta los umbrales de nuestra propia alma. 
Gracias, a todos los docentes, maestras, profesores, instructores que están forjando en cada momento una patria solidaria y justa, una Argentina libre de la miseria del egoísmo. 
¡DIOS bendiga a todos los seres con vocación de compartir conocimiento!

        Máximo Luppino 

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