CORONAVIRUS, CAUSA Y EFECTO

sábado, 4 de abril de 2020


Mientras el infame virus obliga a las personas a recluirse, el planeta respira del agobio ambicioso de una humanidad insensata. Los humanos nos confinamos contaminando mucho menos el medio ambiente y entonces apreciamos cómo el planeta reclama su imperio de belleza y orden verde. Animales que pasean libres por las calles de las grandes ciudades, delfines nadan en los canales de Venecia y pájaros de diverso y multicolor plumaje cantan libres entre estatuas, fuentes y edificios quietos. Son prueba irrefutable del reclamo natural.  

Más allá de todas las teorías conspirativas sobre la “creación” en laboratorios del COVID-19, cierto es que los científicos inescrupulosos  de los países imperialistas han manipulado vida microscópica para diseñar “armas letales”. Los gases mortales que ya el hombre utilizó contra sí mismo es una prueba irrefutable de un sector científico abocado a la destrucción de la raza humana en vez de abocarse a su bienestar. El gas mostaza, el “polvo naranja” y tantas otras formas diabólicas de matar al prójimo salieron de mentes retorcidas en el oscuro arte de mutilar la vocación de vida y realización de los seres sencientes. La sola funesta intención de diseñar destrucción viral, ya comienza a matar a los seres existentes, la energía mental es la matriz del poderoso mundo de las ideas y la intencionalidad. ¡El pensamiento destruye o construye según la intención del pensante!...
 La ley de Causa y Efecto impera, y los pensamientos son los padres de las acciones concretas. “El hombre es artífice de su propio destino” nos recordaría el sabio General… La demencial ambición humana contamina el planeta, dañando el universo mineral, vegetal y animal. ¿Quién entraría a un hospital destruyendo todos los tubos de oxígeno? ¡Sólo un desquiciado demente obraría de tal suerte! ¿Entonces, por qué arrasamos con los bosques y selvas que son las fábricas naturales del aire necesario para vivir?  
Cada árbol es un dador benigno y noble del oxígeno que imperiosamente necesitamos. En vez de cuidarlo, lo destrozamos. 
Estamos convencidos de que el coronavirus es un efecto del ignorante trato que ayer y hoy le brindamos al planeta. La tierra reclama armonía y belleza, vida y bondad por encima de la muerte y el dolor. 
Mientras el género humano no acepte cabalmente su rol de constructor de paz y armonía, seguirán surgiendo “instructores indeseados” como el coronavirus. El criminal COVID-19 que tanto hace sufrir a todas las naciones sería sólo un adelanto de un mal mucho mayor que se aproxima si no cambiamos la brújula de nuestro destino. Todo mal puede y debe ser superado, siempre que actuemos con inteligencia y correcta intención. La intención de dominio y lucro demencial debe ser sustituida firmemente por la vocación de servicio del hombre para con el hombre y la creación toda. Es el amor constructivo el sentimiento lógico del Orden Natural. Servir para ser útil a un plan divino de desarrollo y grandeza.  
La necedad capitalista se resiste a dejar su territorio de crueldad. Así vemos a algunos gobiernos que están más preocupados por la Bolsa de Valores y sus intereses financieros que por los miles de conciudadanos que mueren y sufren a su rededor. 
Argentina optó desde el principio de la crisis pandémica por lo correcto. Priorizó la vida de los seres humanos antes que las finanzas demoniacas de los que prefieren una lata llena de monedas antes que sentir el latir del corazón de un semejante. 
Son momentos históricos para la humanidad. Tanto sufrimiento debe dejarnos un importante bagaje de aprendizaje, seguro que así será. 
Creemos en la naturaleza divina de la creación. Sabemos del AMOR que dio vida y sueños a la humanidad. Creemos en el presente y en los días dorados que se aproximan. 

                   Máximo Luppino

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