AGONIZA EL CAPITALISMO, NACE E.C.O.

viernes, 10 de abril de 2020


El coronavirus desnudó las miserias del capitalismo salvaje. Mostró al mundo entero cómo algunos mandatarios de naciones del “primer mundo” preferían la continuidad de la producción material a riesgo concreto de enfermar y ver morir a sus propios compatriotas. Mientras la línea de producción continuaba girando, la gente se derrumbaba contagiada por el infame virus. Las corporaciones mandaban la continuidad de la fabricación, los médicos suplicaban por la aplicación de la cuarentena total. Hasta que las pilas de cadáveres fueron inocultables, algunos pésimos gobernantes no aplicaron el aislamiento que evita contagios. Aún hoy existen presidentes necios que poco o nada les importa la vida de sus semejantes y desean que todo marche como si nada sucediera. La historia los juzgará con el rigor de haber sacrificado a sus propios hermanos. Producción para estos jefes de estado es en verdad continuar acumulando riquezas para fortalecer aún más a los ricos del mundo, a costa del sacrificio mortal de empleados y obreros. 

El capitalismo desalmado y cruel agoniza y madura el nacimiento de una Economía Comunitaria Organizada (ECO).  El origen de ECO, es decir de una economía humanista donde los seres humanos puedan desarrollarse plenamente con tiempo para el estudio, el divertimento y la educación plena de sus hijos con padres presentes en tiempo concreto, no es una quimera. Es una realidad que se viene gestando en la mente y el corazón de los pueblos del mundo. 
Las inmensas masas populares del mundo no pueden continuar produciendo riquezas colosales mientras los operarios apenas obtienen un salario de hambre. Un tiempo de mayor equidad económica se aproxima en el planeta, donde se sienta que es aberrante que una familia trabaje una vida entera sin poder comprar su propia casa u obtener un vehículo.
Las multinacionales cambiaron los grilletes de los esclavos en la reja de arar la tierra por rígidas ataduras a las máquinas fabriles o a los escritorios de oficinas que confinan días enteros a empleados otorgándoles sueldos apenas necesarios para subsistir. En estos días, la mayoría de las naciones del planeta están extendiendo sus cuarentenas obligatorias para preservar a la sociedad mundial de una catástrofe mayor de la que ya protagonizamos.  No obstante, la voz hueca e insensible de los mercados sin alma reclama criminalmente el “retorno a la producción”. La vida humana es la prioridad absoluta de los considerados dirigentes mundiales. 
El trabajo genera dignidad en el alma del hombre. La acción fecunda de crear y generar bienestar es una obligación espiritual. Claro que las riquezas producidas deben ser equitativamente distribuidas. Es infame ver a albañiles,  y obreros de la construcción edificar centenares de viviendas durante sus días de trabajo, mientras muchos de ellos no llegan a lo largo de su existencia a poseer casa familiar propia. 
Las cooperativas de trabajo deben resurgir con nuevo ímpetu, los empleados deben ser sujetos activos y partícipes de las ganancias que ellos mismos establecen con sus propias manos, con sus mentes y dedicación. 
La Economía Comunitaria Organizada es una necesidad inocultable del sentido de libertad y autorrealización que los individuos reclaman en el seno de una humanidad que los debe contener y ayudar a desenvolverse. El tiempo del individualismo adolescente está caducando, es hora de una madurez responsable y solidaria entre los individuos y la creación toda. 
La pandemia del coronavirus generó forzadamente una perspectiva más sensible y fraternal al auténtico destino de la raza humana. 
El capitalismo opresor y asfixiante de la creatividad humana debe ceder a un mejor paradigma de existencia digna de las criaturas del planeta. Un sistema donde un puñado posee fortunas descomunales mientras que millones de empleados no llegan a alimentar adecuadamente a sus familias es una blasfemia insoportable. 
Pensemos con el alma, los seres humanos son los destinatarios de los bienes materiales que deben fomentar sus nobles ambiciones. 
Animémonos a imaginar y construir una sociedad que no descarta a sus semejantes, una comunidad donde hay espacios de participación concreta para todos. 
Del horror de la pandemia mucho bueno debe surgir, construyamos un sistema mundial en el que el capital esté al servicio de las personas. 
Todo esto no es nuevo, ya muchos pensadores, políticos y artistas lo desearon antes.
 ¡Hoy es tiempo de concretarlo!

                       Máximo Luppino 

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