Fútbol

lunes, 18 de mayo de 2015




Por Alfredo Sayus



La violencia en el fútbol es eso: violencia en el fútbol. Pretender que la sociedad en su conjunto es parte de esa violencia es un despropósito de quienes no quieren, no pueden o no saben cómo terminar con la violencia en el fútbol. Llámese dirigentes, técnicos, futbolistas, barrabravas, representantes y/o todo aquel que tenga algún interés pecuniario o de poder sobre el fútbol. 

La sociedad en su conjunto no va a las canchas a arrojar bengalas, gas pimienta, ni botellas desde las tribunas. La sociedad en su conjunto no forma parte de las barrabravas que negocian entradas, prebendas, viajes, droga, aprietan a dirigentes, técnicos y jugadores.
El episodio ocurrido en el partido de vuelta por la Copa Libertadores entre Boca y River de la semana pasada fue bochornoso. No hay cómo justificarlo por donde se lo mire. Ni los dirigentes de los clubes, de la Conmebol, ni los organizadores, ni los técnicos, ni los encargados de seguridad, ni los jugadores de Boca estuvieron a la altura de las circunstancias. Menos aún, claro, quienes cometieron los desmanes. Pero ninguno de esos somos la sociedad en su conjunto.

La ridícula frase “todos esos que estaban en la cancha de Boca son parte de la sociedad, no vienen de Marte” no es otra cosa que una aventurada y mala respuesta para quienes, precisamente, no tienen respuestas ante la situación que desde hace años vive el fútbol en la Argentina. Por supuesto que esa gente es parte de la sociedad, pero, reitero, no es la sociedad en su conjunto.

Cuarenta y dos mil personas que fueron a ver el partido y otros tantos millones que lo miraron por TV o lo escucharon por radio no son responsables de que unos cientos de inadaptados, amparados por otros cientos cómplices generen violencia en las canchas. Esos culpables (como todos los culpables del Mundo en el ámbito que fuere) tienen nombre y apellido, son identificables, pero nunca sabremos esos nombres porque son más los intereses que se pierden (económicos, políticos, etc.) si se los da a conocer y se los condena a que paguen sus delitos, a mantenerlos en el anonimato y que ese lamentable episodio pase a la historia como otra anécdota de la “violencia en el fútbol como reflejo de la sociedad”.

No nos confundamos, esa mafia que gobierna en el fútbol (como en otros deportes donde se juegan millones de pesos) no somos todos. Son delincuentes amparados por otros delincuentes con mayor poder y demasiados intereses personales. No tengo ninguna duda que hay mucha más gente buena en el conjunto de la sociedad que delincuentes. Y tampoco tengo dudas que cuando se pretende, fácilmente, desde los medios de comunicación, o en las charlas de café o entre las góndolas de los supermercados responsabilizar a toda la sociedad por lo que ocurre en un partido de fútbol, es un claro síntoma de que nos estamos quedando sin estrategias para conjurar la violencia en ese ámbito que otrora fuera de fiesta para la familia.

Queda claro que somos responsables de la violencia en el fútbol o de la violencia en general, pero sí, tal vez, de solidarizarnos y sumarnos a quienes buscan soluciones para terminar con esa violencia. Es importante concientizarnos que debemos educar cada día, ser partícipes, ejercer la ciudadanía con todo lo que ello implica y así, el minúsculo grupo de violentos que también forman parte del conjunto de la sociedad, dejarán de ser violentos.
La solución es tan vieja como el Mundo: La delincuencia no se termina con más cárceles y más policías en las calles, sino con más escuelas. Decir esto es casi una verdad de perogrullo, pero es una verdad irrefutable.

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